Aurelio Arturo (Poema y Madrigales)



CANCIÓN DE LA DISTANCIA

Mirarás un país turbio entre mis ojos,
mirarás mis pobres manos rudas,
mirarás la sangre oscura de mis labios:
todo es en mí una desnudez tuya.

Venía por arbolados la voz dulce
como acercando un bosque húmedo y fresco,
y una estrella caía duramente,
fija, la antigua cicatriz de un beso.

De arena parecían los cielos, y volvía
poseso del rumor que cual dos alas
me ciñó en una ronda inacabable,
me ciñó al fin la flor de tu palabra.

¿Qué rojea en la noche
sino el puro labio tuyo?
Y corazón, estrella y sueño,
mueve un solo vaivén que lejos fluye,
turbio como distancia y como ruego.

Tu desnudez verás en mis ojos absortos,
mirarás mi horizonte que roe una fogata,
tú, que no serás nunca sino masa de llamas,
en mi honda noche de árboles callada.

Desnudo en mi fervor y tú en tu sangre,
es más que seda suave este silencio,
en esta noche ancha en que germina
todo y palpita todo, aromas y luceros.

Volver, los cielos parecían de arena,
ha mucho, hace un instante, ha mucho tiempo;
y nadie ha de quitarme esta noche en que fuiste
larga y desnuda carne vestida de mi aliento.

Volver la senda turbia oyendo al viento
rumiar lejos, muy lejos, de los días.
Por mi canción conocerás mi valle,
su hondura en mi sollozo has de medirla.


MADRIGALES

I

Déjame ya ocultarme en tu recuerdo inmenso,
que me toca y me ciñe como una niebla amante;
y que la tibia tierra de tu carne me añore,
oh isla de alas rosadas, plegadas dulcemente.

Y estos versos fugaces que talvez fueron besos,
y polen de florestas en futuros sin tiempo,
ya son como reflejos de lunas y de olvidos,
estos versos que digo, sin decir, a tu oído.

III

No es para ti que, al fin, estas líneas escribo
en la página azul de este cielo nostálgico
como el viejo lamento del viento en el postigo
del día más floral entre los días idos.

Una palabra vuelve, pero no es tu palabra,
aunque fuera tu aliento que repite mi nombre,
sino mi boca húmeda de tus besos perdidos,
sino tus labios vivos en los míos, furtivos.

Y vuelve, cada siempre, entre el follaje alterno
de días y de noches, de soles y sombrías
estrellas repetidas, vuelve como el celaje
y su bandada quieta, veloz y sin fatiga.

No es para ti este canto que fulge de tus lágrimas,
no para ti este verso de melodías oscuras,
sino que entre mis manos tu temblor aún persiste
y en él, el fuego eterno de nuestras horas mudas.

Bio. (Nace en La Unión, Nariño, el 22 de febrero de 1906 y Muere en Bogotá el 24 de noviembre de 1974. Poeta colombiano. Después de esporádicas apariciones en El Tiempo y en la Revista de la Universidad Nacional de Colombia (que dio a conocer su poema fundamental, Morada al Sur, en 1945), entregó en 1963 el libro autobiográfico con este mismo título que fue, por cierto, el único que vio publicado en vida).

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